

UNA MIRADA QUE HACE LA DIFERENCIA
“29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? 30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.” Lucas 10:29-37
Cuando hablamos de miradas que hacen la diferencia, hablamos de la del samaritano. Más que la mirada es la actitud después de mirar. Todos los días nos cruzamos con la necesidad humana, la compasión ante ella nos diferencia de los demás.
Un hecho de inseguridad, tan común en nuestros días, ladrones, que no contentos con despojar al pobre hombre, lo hieren y lo dejan casi agonizando, un hecho desgraciado se transforma en una oportunidad para usar de misericordia, de compadecerse.
Acerquémonos a la necesidad de la gente, vendemos sus heridas y echémosle aceite y vino, es decir, compartámosle a Jesús, el mensaje del evangelio, cuidémoslos hasta que se repongan, invirtamos en ellos si es necesario. Seamos el prójimo del que necesita ayuda.
Devocional - Día 3

